Hoy a través de estas letras deseo hacer una reconstrucción amorosa de una parte de mi pasado, cosas que durante mucho tiempo solo han pertenecido a mi memoria y corazón. Un homenaje al ser que represento para mi uno de los mejores momentos de mi vida, alguien que me habría gustado tener más tiempo, porque creo que se fue demasiado pronto de este mundo, mucho más pronto de lo que yo quería o esperaba.
A mi abuelo puedo tratar de definirlo de muchas maneras: Querendón, noble, consejero, buen amigo, trabajador, intuitivo, valiente, pero creo que si sigo nunca acabo. Mi “Papá Bernardo” como solía yo llamarlo, un paisa hermoso de generosidad interminable, insaciable de risas, de mirada tierna y llena de ilusiones, amante de las pequeñas cosas de la vida y rebosante de buena energía. Siempre pude percibir la grandeza de su alma y podía leer entre líneas la sensibilidad de su ser, un gran conversador, alguien que al calor de unos tragos era capaz de relatar mil historias en una o una historia en mil historias. Un ser humano con dolores y alegrías, quizás también un sobreviviente de su propio pasado.
Su oficio era la carpintería, Lo recuerdo en su pequeño taller al finalizar el patio de la casa, acompañado de un radio escuchando tangos y boleros, rodeado de madera, herramientas y aserrin, un hombre austero y muchas veces solitario, quien dejaba su alma en cada trozo de madera que transformaba y a la que le otorgaba un significado producto de su gran sensibilidad creativa. Bohemio pleno, que decía sincera y llanamente las cosas que le brotaban del alma, quien disfrutaba cocinar y más que cocinar “dar”, siempre hubo un plato de comida para todo aquel que llegaba a la casa. Ahora entiendo muchas cosas que llevo dentro casi de manera innata.
Gracias por dejarme tan bonitos recuerdos, gracias por cada historia que me contabas, establecimos de alguna manera una comunicación que nos permitía entender y entendernos, gracias por cada cosa que hiciste por mí, gracias por celebrar “ mi risa”, pues reías con cada una de mis ocurrencias y el verme reír de mi misma sin vergüenza alguna y poco a poco entre palabras y sonrisas se entremezclaban temas y divertidas tertulias.
Mi querido viejo, vivirás eternamente en mi corazón, pues entiendo que la gente solo fallece cuando se olvida y tú siempre serás para mi inolvidable.